La teoría del capital y el caso de Robinson Crusoe (2024)

En mi último artículo hablé sobre la expansión crediticia de los bancos a partir de la creación ex nihilo de medios fiduciarios y su ulterior préstamo. Ya senté, con eso, gran parte de las bases que preciso para poder explicar los efectos que sobre la estructura económica tiene tal suceso, pero aún falta algo para llegar hasta ahí. Ese algo no es nada más ni nada menos que La teoría del Capital1, ya que al hablar de los efectos que sobre la economía tiene la creación de medios fiduciarios y su posterior puesta en circulación a partir de préstamos bancarios es necesario disponer de ciertos conocimientos sobre la “economía real”, por así llamarla, es decir, sobre la estructura productiva de una sociedad.

Sólo cabe aclarar que, a los fines de hacer la exposición lo más sencilla que me es posible, no describiré la teoría del capital en términos de nuestras sociedades modernas. En cambio, usaré como ejemplo una economía autárquica, de un solo hombre, y con un stock de capital nulo en primera instancia. Así podrá dilucidarse más claramente cómo se forma, mantiene y aumenta una estructura de bienes de capital. Para eso nos imaginaremos una economía como la de Robinson Crusoe2, sólo en su isla. Y este será nuestro punto de partida.

¿Cómo se crea, mantiene y aumenta el capital?

Antes que nada, en primera instancia, convendría realizar una aclaración terminológica o semántica referida al concepto central de este artículo: ¿Qué es el capital? Lo que voy a entender por capital es: Un conjunto de bienes producidos puestos a disposición de la economía para producir bienes de primer orden o bienes de orden superior3. En lo que sigue usaré la terminología de Carl Menger4. Menger entendía a los “bienes de orden superior” como aquellos que eran útiles, y por lo tanto se consideraban bienes, sólo debido a su facultad de producir “bienes de orden inferior”. Estos, a su vez, se concebían como los bienes capaces de satisfacer de manera directa las necesidades humanas.

Analizando más profundamente el concepto de bienes de orden superior surge una pregunta: ¿Son todos iguales, acaso, los bienes de orden superior? La respuesta corta es que no, ya que los bienes de capital (cada elemento individual que compone al concepto de capital) son bienes artificiales, resultado de la creatividad empresarial5 del ser humano. No resultan ser materia dada por la naturaleza como la tierra-entendida clase de bien de orden superior-por ejemplo; sino que resultan de un proceso de combinación de la materia natural (árboles, piedras, petróleo, etc.) y el trabajo humano de manera creativa, buscando el hombre satisfacer así sus necesidades o alcanzar sus fines de la manera más conveniente según sus estimaciones (estimaciones que, por cierto, son subjetivas y que, claro está, pueden resultar equívocas).

En el argumento anterior estaba implícito que la tierra sólo con la ayuda del trabajo humano era capaz de ser convertida a formas más útiles desde la óptica de los objetivos humanos, por lo tanto, la suma de trabajo + tierra = capital. Pero claro, esto sólo es una respuesta parcial a la pregunta de cómo nace el capital. Porque además de esta conjunción entre factores productivos originarios consistente en un proceso de producción que busca transformar la materia natural a gusto del hombre actor, se precisa de otra condición para que se produzca la generación de bienes de capital.

El ejemplo de Robinson Crusoe y la teoría del capital

Pero para explicar esto, primero vamos a suponer que Robinson Crusoe recién acaba de despertarse en su isla desierta luego de que el barco que por mar lo transportaba fuera destruido en la noche anterior por una tormenta sin precedentes. Ahora, es de mañana y Robinson se sorprende de estar vivo, pero pronto se percata de que se encuentra sin nadie a su alrededor en la isla. Pero decide ponerse a investigar la isla para ponerse al tanto del lugar; luego de un rato de caminar no logra encontrar a nadie de la tripulación. Al rato comienza a percatarse de que tiene hambre, hace horas no come, y no dispone de alimento alguno (bien de consumo) para satisfacer dicha necesidad. Ve a lo lejos unos frutos que crecen en árboles no tan lejos del suelo, pero que aun así se encuentran a una distancia más o menos considerable del mismo, decide trepar los árboles para obtener sus frutos y así saciar el hambre que lo atormenta.

Robinson pasa semanas subsistiendo en base a frutas de árboles, dedica 10 horas del día (todo el tiempo de trabajo del cual dispone diariamente) a la obtención de esos bienes de primer orden, y su producción diaria de frutas es de 45 frutas. Robinson pronto se harta de esta rutina, su nivel de vida es demasiado bajo, trabaja mucho, consume siempre los mismos alimentos cada día y solo en un nivel algo superior al mínimo necesario para no morir de hambre. Ciertamente, está en un punto en el cual su vida es demasiado delicada, cualquier enfermedad o inclemencia del clima lo dejaría vedado de la posibilidad de obtener esas preciadas frutas que constituyen su única fuente de alimentos.

Visto lo visto, Robinson decide emprender un curso de acción que mejore su estancia en la isla. Piensa que, si, por ejemplo, crea una estaca de madera (bien de orden superior) que llevará 5 días enteros (50 horas de trabajo) producir podrá recolectar los frutos de los árboles sin despegarse del suelo ahorrándose así el tiempo de subida y bajada de cada árbol cada que quiera quitar frutos de ellos. Por lo tanto, su productividad se verá incrementada como consecuencia del empleo del bien orden superior que es la estaca de madera. Ahora su trabajo al recibir el auxilio o ayuda de un bien de orden superior resulta más productivo y en tan sólo 8 horas logra recolectar la misma cantidad de frutas, 45, que antes recolectaba en 10 horas. Por lo tanto, le quedan liberadas 2 horas extra de trabajo de las que antaño no disponía, pudiéndolas dedicar o bien, justamente, al trabajo o quizás al ocio si así lo desea.

Métodos capitalistas e indirectos de producción

Estos métodos de producción que emplean bienes de orden superior, como recolectar frutas de árboles con estacas de madera, son llamados métodos capitalistas o indirectos6 de producción. Se caracterizan por no usar solamente al trabajo como factor productivo e incorporar además bienes de orden superior, que auxilian al trabajo permitiéndole alcanzar grados de control sobre la materia natural antes impensados.

Lo que permiten los bienes de orden superior es que el hombre gane una capacidad de manipulación sobre la materia de la que antes no disponía, ahora le es capaz domeñar a la naturaleza en fracciones gigantescas o minúsculas que antes le eran inaccesibles para sus incapaces manos. En contraste con los métodos anteriores, nos hallamos con los métodos no capitalistas o directos de producción en los cuales no interceden bienes de capital, como recolectar frutas de los árboles trepándose uno a ellos y recogiéndolos con sus manos, estos padecen de los problemas antes mencionados referidos a la manipulación de la materia bruta por parte del hombre.

Y justamente debido a esto: cuando se compara lo productivos que ambos métodos resultan ser, uno se percata de que en dos formas distintas se manifiesta la superioridad de los métodos capitalistas: 1) O bien los métodos capitalistas permiten, en la misma cantidad de tiempo, cantidades de producción mayores (como en el ejemplo de Robinson) o también una mayor calidad de bienes obtenidos; o 2) Permiten producir una serie de bienes que mediante los métodos directos de producción serían imposibles de producir (televisores, celulares, etc.).

Pero no todo es color de rosas. Si a los métodos capitalistas también se los llama “indirectos” es porque no logran su fin sin dar más vueltas; sino que siempre dan un rodeo en su transcurso, el rodeo consistente en producir los bienes de orden superior que le darán esa productividad superior al hombre de la que depende la mejora de su calidad de vida. Pero claro, producir esos bienes siempre conlleva tiempo, tiempo que alarga el proceso productivo. En el ejemplo de Robinson, este para obtener 45 frutas cuando solo las recolectaba con sus manos precisaba de nada más que 10 horas de trabajo; en cambio, cuando pasó a emplear la estaca de madera para tal cometido su tiempo total de trabajo se extendió bastante.

Esto es así porque, si bien es cierto que ahora solo le serán necesarias 8 horas para recolectar las 45 frutas necesarias para su consumo diario, a ese tiempo de producción hay que añadirle los 5 días en los cuales Robinson se abocó a la producción de la estaca de madera, en total, su tiempo de producción de frutas es ahora de 5 días y 8 horas, tiempo bastante mayor al que en primera instancia requería de tan sólo 10 horas con el método no capitalista de recolección. Si bien este tiempo se ve compensado por un aumento en la producción de frutas, el emprender los métodos indirectos de producción siempre supone un sacrificio para aquel que los ejecuta ya que supone siempre tener que esperar más tiempo para poder lograr los objetivos (bienes de consumo) por los cuales emprende tal proceso de producción. Esto supone siempre una desventaja para el hombre, a la luz de la preferencia temporal7.

Concluimos que, por tanto, los métodos capitalistas de producción presentan la ventaja de ser más productivos, pero también tienen la desventaja de que lleva más tiempo efectuarlos, lo cual nunca es ventajoso para el hombre que siempre prefiere bienes presentes antes que bienes futuros, y sólo está dispuesto a posponer su consumo en el tiempo en caso de estimar más ventajoso el consumo futuro. En nuestro ejemplo Robinson sólo renunció al consumo de frutas durante un tiempo para poder disfrutar de un consumo mayor en el futuro, el cual valoraba más que el consumo presente de menor cantidad.

El rol del ahorro

Pero aún no explicamos totalmente cómo se forma el capital. Porque ciertamente además de la producción es necesaria otra condición para que se puedan producir bienes de capital. Esta condición es el ahorro, entendido como: la abstención de utilizar todo el ingreso corriente en el consumo presente y dedicar -en cambio- parte de él al servicio del futuro. El ahorro, siguiendo con nuestro ejemplo, resultó vital para Robinson, pues, ¿qué comió durante el lapso de 5 días en los cuales se dedicó a producir la estaca de madera?

Es decir, durante esos 5 días no pudo dedicarse a la recolección de frutas a mano, todo su horario laboral -10 horas- fue abocado a la producción de la estaca de madera, pero claro, su necesidad de comer no fue eliminada durante ese tiempo; aún le era preciso comer frutos, para eso él requirió: ahorrar previamente una cierta cantidad de frutas en los días(o semanas) anteriores con el fin de disponer de la cantidad de alimento necesaria para no verse obligado a tener que trabajar en la recolección del mismo durante todo el tiempo que le lleve construir su preciada estaca8. Es decir, Robinson debe liberar parte de sus fuerzas productivas, su trabajo, de la actividad de recolección de frutas en el presente para poder dedicar esas mismas fuerzas al servicio del futuro, a la creación de un bien de capital que aumente su productividad a futuro.

Robinson, además de todo esto, debe ajustar bien su conducta presente en relación con su previsible (más no segura) conducta futura. Lo cual concretamente se traduce en que tiene que ahorrar una cantidad de frutas que sea la que justamente necesite consumir durante el lapso de 5 días que le lleve producir su estaca de madera. Trágico sería que haya ahorrado previamente frutas para no tener que trabajar en su recolección por solo 3 días, teniendo que abortar su proceso de creación de la estaca por insuficiencia de fondos. Y también sería negativo, aunque en menor medida, que hubiese ahorrado una cantidad de frutas suficientes para no tener que trabajar por 7 días, pues esto hubiera implicado que Robinsón se hubiese sacrificado de más, absteniéndose de consumir frutas en una cantidad excesiva e injustificada.

Mantenimiento y creación de nuevos bienes de capital

Pero aún queda responder a la pregunta de cómo se mantiene el stock de capital de una economía. Porque claro está que los bienes de capital no son perpetuos o inacabables en algún momento se desgastan producto de su uso. Y para no perder los bienes de orden superior de los que se dispone ni, en consecuencia, ver bajar nuestro nivel de vida, debemos preservarlos; esta preservación de los bienes orden superior sólo se consigue por los mismos medios a través de los cuales se crean primeramente tales bienes, o sea: con el ahorro de fuerzas productivas, no dirigiéndolas a fines de consumo presente y en cambio invirtiéndolas al servicio del futuro. Lo que Robinsón debe hacer para evitar que su estaca de madera se desgaste y se vuelva, luego de un tiempo, inservible es dedicar 2 horas del día a su reparación, de esta manera se evita el mal trago de tener que fabricar una nueva desde cero y sus fuerzas productivas no se verán mermadas.

¿Pero cómo podría Robinsón fabricar nuevos bienes de orden superior que lo ayuden a mejorar incluso más su nivel de vida? ¿De qué manera podría producir, por ejemplo, un arco y unas flechas que lo ayuden a cazar animales? Robinson, naturalmente, desea mejorar su nivel de vida, después de todo, aunque ahora ciertamente trabaja menos, aún vive desnudo y sin ningún tipo de refugio, come siempre lo mismo, todo esto lo tiene profundamente agobiado; pero en gran parte ya sabe cuál es el camino para dejar de lado ese estadio cuasi “animalesco” de vivir. Robinson debe ahorrar. Ahora, trabaja 8 horas al día en la recolección de frutas con su estaca y las 2 horas restantes de su jornada laboral las dedica a la reposición del desgaste de su estaca de madera.

En este contexto, a Robinson no le sobra nada de tiempo para invertir en procesos de producción de nuevos bienes de orden superior, es decir el arco y las flechas antes mencionados. Pero, si ahorrara parte de las frutas que recolecta durante unas semanas podría, por ejemplo, acumular la cantidad de frutas que precisa comer durante todo el lapso que le lleve producir su arco y sus flechas, supongamos que le llevará fabricarlos 7 días completos. Una vez ahorrada esa cantidad de frutas, Robinson dedicará 7 días completos a la producción de un arco y unas flechas, listos para cazar animales y así obtener alimento cárnico y vestido. Una vez concluida la producción de estos bienes de orden superior, el stock de capital de la economía de Robinson será igual a: Estaca de madera + Arco y Flechas. Los arcos y flechas, obviamente, también deberán ser amortizados a futuro.

Conclusiones

En suma, tanto para crear bienes de orden superior cuando estos no existen; así como para mantenerlos y evitar su desgaste; tanto como para aumentar su cantidad existente resulta necesario ahorrar, o sea, posponer el consumo presente trasladándolo hacia el futuro, o, lo que es igual, dirigir los esfuerzos productivos propios hacia el futuro y no enfocarlos exclusivamente en el presente.

Por supuesto, la estructura de capital de nuestras sociedades modernas es infinitamente más compleja, y el análisis que debe de efectuarse para ella también lo es, lógicamente, pero esta caricaturización de la teoría del capital, como dije en la introducción resulta muy útil a fines de comprensión. En el siguiente artículo, el último de esta serie, veremos cómo la situación se vuelve más compleja al trasladar nuestro escenario de análisis a las sociedades modernas.

Notas

1 Desarrollada más que nada en el siglo 19, también con sus respectivos desarrollos para la teoría del ciclo económico en el siglo 20, algunas de las obras que la abordan son: Teoría positiva del capital, Eugen Von Bhöm-Bawerk; Precios y producción, Friedrich Hayek; La teoría del dinero y del crédito, Ludwig Von Mises; La teoría pura del capital, Friedrich Hayek; Dinero, crédito bancario y ciclos económicos, Jesús Huerta de Soto; y Tiempo y dinero, Roger Garrison.
2 Robinson Crusoe, personaje de la novela de Daniel Defoe, publicada en 1719 con el mismo nombre. Es el ejemplo tradicional de la escuela austríaca para explicar la teoría del capital, Bhōm-Bawerk usó el escenario de la novela para argumentar la teoría del capital allá por 1889.
3 Así definía al capital Bhöm-Bawerk, Teoría positiva del capital, Libro 1, capítulo 3, subtítulo 2.
4 Carl Menger, Principios de economía política, capítulo 1, “Teoría general del bien”.
5 Sobre esto véase: Jesús Huerta de Soto, Socialismo, cálculo económico y función empresarial.
6 Terminología de Bhöm-Bawerk.
7 Ya desarrollé este tema en otro de mis artículos publicados aquí, llamado “Medio ambiente y propiedad privada”.
8 Hay, ciertamente, otras maneras de ahorrar (en contextos distintos), pero esta es la más intuitiva en primera instancia.

La teoría del capital y el caso de Robinson Crusoe (2024)

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